En julio leímos: Ojos de agua

Luis Reigosa, un joven saxofonista de ojos claros, ha sido asesinado de forma cruel en su propia cama. Todo apunta a un crimen pasional, pero la casa está limpia de huellas.

Leo Caldas, inspector de policía de Gijón, se hace cargo de la investigación, acompañado por el sargento Estévez, un aragonés de carácter difícil.  Entre los dos lograrán que la verdad aflore y así resolverán el caso.

Es una novela policíaca fácil de leer, con escenas cargadas de humor y mucho suspense.

En agosto leímos: Y llovieron los pájaros

Tres hombres entre 80 y 90 años  deciden vivir en libertad el tiempo que les queda, sin estar sujetos a las normas de la sociedad.

Para conseguirlo, se retiran a los bosques del norte de Canadá. Cada uno vive en su cabaña y  desafía a la vida a su manera. Entre ellos formalizan un pacto suicida que les ahorre sufrir en el caso de no valerse por sí mismos.

Sin embargo, su tranquilidad se verá alterada con la llegada de otros personajes al bosque.

Es una novela que llama la atención por el tema: la vejez y por el espacio en el que se desarrolla  (muy diferente a lo que conocemos).

Y en septiembre: Vive como puedas

Luis, el protagonista,  trabaja en una empresa de energía eólica. Está casado con Sandra, una naturista convencida, y separado de Carmen, de la que se enamoró locamente. Tiene dos hijos del primer matrimonio, otro del segundo  y una hija más que Sandra aportó al casarse con él.

Su vida está llena de sobresaltos. Tiene que lidiar con una madre llena de achaques, un hijo mayor que trafica con drogas, un primo que le ha robado  la mujer , un hijo pequeño que lo cuestiona todo y otra serie de personajes que interactúan con él  y le obligan a tomar decisiones importantes.

La novela tiene un tono distendido, cómico en muchos momentos, rozando lo increíble en otros. En general puede considerarse un libro divertido, donde aparecen muchas situaciones vitales que podemos reconocer.